La fusión de naciones: una mezcla insoluble

0 52

La nación que no respeta su pasado no merece el respeto del pasado y no tiene derecho a futuro”.
– Jósef Pilsudski –

Todo parece indicar que, desde hace décadas, existen planes en ejecución elaborados muy meticulosamente por estrategas de la geopolítica mundial que atentan contra la soberanía del Estado dominicano.

Los vislumbro inclinados sobre un mapa catastral de la Isla deslindando a su antojo sobre terrenos ajenos como si ellos fueran los legítimos dueños.

Lo más grave e infame de este espectáculo es que ese proyecto antinacional del deslinde ha sido asumido también con la complicidad de grupos poderosos de nuestros “coherederos”. Generando con esta acción una división peligrosa en el pueblo, entre dominicanos y pseudo-dominicanos, que tiende a debilitar nuestra sociedad y las instituciones que son el andamiaje que sustenta toda nación. Dando así validez a la frase célebre del filósofo e historiador estadounidense William Durant, autor de la obra The Story of Civilization: “Ninguna NACI”N grande ha sido conquistada sin antes haberse destruido a sí misma”. Este diminuto pero influyente grupo de pseudo-dominicanos, en confabulación abierta con sectores extranjeros vinculados con organizaciones como la ONU, OEA, CARICOM, ONG’s, entre otras, hacen de correa de transmisión a una diligente diplomacia haitiana que con notorio éxito, en base a falacias, han logrado el intervencionismo internacional más grosero, injusto y despiadado en los asuntos internos de la República Dominicana, con la deliberada intención de obstaculizar las iniciativas, que muy prudentemente está ejecutando el gobierno dominicano liderado por el propio presidente Danilo Medina, con el Plan de Regularización de Extranjeros, en cumplimiento de la sentencia TC-168-13 del Tribunal Constitucional en una acción de “legítima defensa” de nuestra soberanía nacional en contraposición a los planes de una supuesta fusión entre dos naciones que comparten la misma isla de Santo Domingo.

Ante esta situación, afirmamos categóricamente, amigo lector, que la soberanía no se negocia, no delimita, no se divide ni se mezcla; simplemente la soberanía se defiende.

Cuando se plantea la posibilidad de la fusión de “algo”, esto implica la mezcla, la amalgama o la unión de dos o más “elementos” en uno solo.

En la química como en la sociología no siempre las mezclas son posibles. Analicemos el porqué no se mezclan el agua y el aceite; y observaremos que no se mezclan porque están compuestos por moléculas muy distintas. Las moléculas del agua son pequeñas y están integradas por tres átomos: dos de hidrógeno y uno de oxígeno; además, dichas moléculas son polares, o sea, tienen en sus extremos un polo positivo y otro negativo. En cambio, el aceite, sus moléculas son grandes y están formadas por numerosos átomos de carbono e hidrógeno pero careciendo en absoluto de oxígeno; no siendo sus moléculas polares, o sea, son neutras.

De manera que por “Ley de la Naturaleza”, la más sabia de las leyes, lo semejante disuelve a lo semejante.

Por ejemplo: el azúcar y la sal se disuelven cuando se fusionan o mezclan con el agua, y por otro lado, la gasolina y la cera se disuelven con el aceite. Como hemos visto, bajo las leyes químicas, las mezclas entre moléculas solo son posibles si son semejantes entre sí.

Extrapolando este escenario a la “fusión de naciones”, no sería distinto a lo demostrado por la química en el análisis anterior.

Empecemos a definir el concepto de nación como un análisis “molecular” de sus componentes o “partículas”.

El término nación proviene del latín “natio” que etimológicamente significa: lugar donde se nace.

Desde la óptica de las ciencias sociales y políticas, la “nación” es una realidad edificada por un conglomerado de seres humanos que además de tener un lugar común de nacimiento y de vida (el territorio), tienen una serie de particularidades que los identifican y al mismo tiempo los diferencian de otros conglomerados de seres humanos, como son: raza, una relación de sangre, idioma, tradiciones, costumbres, historia, música, hábitos alimenticios, religión; en resumen, una cultura que va moldeando el alma individual y colectiva de los pueblos, pero especialmente del sentimiento común de tener un mismo destino (sentido de pertenencia)  y deciden libremente hacerlo.

Y tal como definiera el influyente abad francés Emmanuel-Joseph SieyËs, en su ensayo Qu’est-ce que le tiers état?, en el año 1789, donde plantea que si los ciudadanos son iguales jurídicamente la nación es dueña de sí misma, tiene el poder, y por tanto es soberana, y puede darse por sí misma su propia ley. Amparándose en la voluntad común y libérrima de todos decide darse una ley fundamental, constituirse jurídicamente y otorgarse a sí misma la constitución que necesita sin depender de nadie.

De tal manera que, analizando los elementos “moleculares” de las dos naciones (República Dominicana y Haití) que los alquimistas quieren fusionar, y su configuración “atómica” de origen, podemos fácilmente deducir que no son ni remotamente semejantes, veamos:

La República Dominicana tiene una configuración racial compuesta de un 62% de mestizos, 16% de blancos y 11% de negros. El 95% de su descendencia es española, sus tradiciones y costumbres son igualmente ibéricas y su historia marcada por la Madre Patria (España). La religión es 68% católica, 18% evangélica y 14% entre otras religiones y ateos. Siendo nuestro único idioma el español.

En cambio, la República de Haití posee una conformación de raza de un 95% de negros. Un 95% de su descendencia es africana, sus tradiciones y costumbres son africanas y en menor grado, francesas, su historia es de influencia francesa. La religión predominante es el Vudú en un 77% y otras religiones como la protestante y católica. Teniendo dos lenguas: un dialecto llamado Creol, que lo habla el 100%, y el francés, solamente hablado por un 10% de su población. Como se puede apreciar claramente, “átomo por átomo”, nuestras dos naciones son de configuración sociológica totalmente distintas, por lo que un “invento” de fusión rayaría en lo absurdo, tal como está demostrado en la historia universal, y cuyos casos más recientes podemos verlos en los intentos imperialistas y expansionistas de la URSS, la República de Yugoslavia y la República de Checoslovaquia. Todas ellas fusionadas con mano de hierro pero que con el tiempo pesó más el concepto de nación que los cañones y las balas. Hoy la antigua Unión Soviética se disolvió en 15 nuevas repúblicas independientes; Yugoslavia se desmembró en seis nuevas repúblicas soberanas e igualmente ocurrió con la ex Checoslovaquia que se dividió en dos naciones distintas. En África tenemos otros muchos más ejemplos.

En conclusión, la República Dominicana hoy se ve amenazada por los efectos de la globalización, fenómeno que en sí mismo no constituye una estructuración  filosófico-política sino más bien una vía de acondicionar económica y financieramente al mundo en favor de los que manejan los grandes capitales.

Como ejemplo de ello, hoy existen corporaciones multinacionales más ricas y poderosas que muchos estados haciendo que sus soberanías sean amenazadas como es el caso nuestro, donde unas pocas naciones ricas pretenden rediseñar, desde un escritorio, y apurando sus copas de cognac, el mapa político de naciones pobres, solo pensando en sus propios intereses económico-financieros, y demostrando un abominable desprecio por el destino de millones de seres humanos a quienes les cambiará trágicamente sus vidas hasta que, como la historia ha demostrado, las fuerzas internas de las razas, sus tradiciones y costumbres, su idioma y religión se impongan violentamente tal como un terremoto reacomoda sus capas tectónicas, o como la separación escurridiza entre el agua y el aceite.

Por estas válidas razones, exhorto a esos “alquimistas” opulentos y poderosos a tener cuidado con esos ingredientes, no vaya a ser que deseando hacer un aderezo de ensalada con agua y aceite, no terminen fabricando un barril de pólvora en toda la región del Caribe.

Por eso, me permito instar a esos coherederos pseudo-dominicanos a respetar nuestro pasado histórico y tradiciones culturales para de este modo podamos garantizar a nuestros legítimos herederos, representados en nuestros hijos y sus descendientes, el derecho inalienable a tener un futuro, a tener una República Dominicana libre y soberana tal como nos dejó el insigne patricio Juan Pablo Duarte, “aunque sea a costa de no recibir un solo turista más o una sola inversión extranjera”.          

Rafael Guillermo Guzmán Fermin

El autor es miembro del Círculo Delta.     

Comentarios
Loading...