Por Carlos Julio Fèliz Vidal
Percibo que hice un hábito del uso de las mascarillas, me veo usándolas en múltiples lugares donde nadie lo hace.
Percibo que hice un hábito del uso de las mascarillas, me veo usándolas en múltiples lugares donde nadie lo hace.
El hábito positivo requiere de un esfuerzo consciente para mantenerlo, porque su permanencia se asocia al sentido de responsabilidad, al crecimiento de la conciencia social.
Un hábito negativo se elimina con dolor, absteniéndose de realizar la conducta durante por lo menos 21 días consecutivos; un hábito positivo puede desaparecer con un simple cambio de criterio, por la influencia de una persona o de un grupo de presión, por la imitación de la conducta en serie que sea contraria al hábito, por la voluntad medaganaria del sujeto, así como por la apatía para continuarlo.
A los humanos nos resulta más fácil proseguir con los hábitos negativos que con los positivos, a pesar de los perjuicios que se derivan de los primeros y de los beneficios que aportan los segundos.
Las mascarillas podrían ser útiles no sólo contra el Covid, dada la alta contaminación ambiental y la facilidad de transmisión que tienen otras enfermedades; considero, que a pesar de sus beneficios, su uso entre los dominicanos, no ha de mantenerse porque fue el producto de una pandemia, que ha venido cediendo progresivamente con el paso del tiempo.
De aquí a poco tiempo, la mascarilla en República Dominicana, será parte de una etapa dolorosamente superada. Todavía, no obstante, el virus circula y hace mutaciones, por lo que parece prudente, en determinadas circunstancias, usar por precaución las mascarillas.