Ayer me tocó hacer sala mientras mi médico me recibía. Y bueno, ¿en qué cree tuve que invertir mi tiempo de espera? Solo tenía dos opciones: Chequear una y otra vez los mensajes en el celular y, forzosamente, ver el televisor tradicionalmente colocado en las salitas de espera, que a propósito nunca incluyen la opción de cambiar el canal. En pantalla había un sujeto que estoy seguro el 90 por ciento de quienes lo ven cree que es periodista, solo por salir en televisión y generalmente hablar sartas de disparates, pero que va, era un usurpador más. Uno de los tantos y tantos pelafustanes enquistados en los medios de comunicación, principalmente radio y televisión, que groseramente cualquierizan y ensucian la labor de los periodistas profesionales, dado el hecho de que esa es la única vaina que, a pesar de que se estudia en una universidad, NO ESTA REGULADA en República Dominicana y que, para ejercerla en esos medios, basta con que usted pueda pagar el arrendamiento de un espacio. El sujeto es más bien un soberano disparatoso, un experto en tumbapolvismo especializado en dádivas, de esos que hacen “comentarios y análisis” que más bien son pedidos de publicidad y favores. Les confieso que creo en el respeto estricto al derecho de expresión y difusión del pensamiento -abundaré acerca de esto-, y por no discutir con la gente llana que llega a creer en la supuesta libertad de prensa, acepto en cierta medida ese sofisma, aunque aclaro que más que libertad de prensa, lo que impera es la libertad de empresa porque los medios de comunicación, en cualquiera de sus modalidades y como lo comprueba mi caso, son empresas y la finalidad de estas no es informar al bien común, ni proteger a la sociedad de estos tránsfugas que se venden como periodistas, sino hacer dinero. Por eso es que tanta gente ve en el periodista algo menos que un rifero, un rifero de la Prensa. (Continuaré con el tema porque en este campo hay muchas cosas que ver y enfocar de manera crítica…).
Perfecto Martínez
